lunes, 30 de abril de 2012

¿Cuántas cosas dejaste de hacer por los demás?

Hace muchos años, cuando era un chicuelo, el Yoga prácticamente no existía. Sí, había algunos que lo practicaban y se hablaba algo de él, especialmente cuando salía alguno de sus exponentes en televisión y se metía en una cajita durante 4 horas, sumergido en una alberca.

Nada más de verlo me daban ñañaras, pero eso era el Yoga: un entretenimiento para la televisión. De hecho, en la escuela a los que lo practicaban les decían que estaban medio lurias y que solo les faltaba el turbante.

Así que nunca lo hice, no por falta de ganas u oportunidad, sino porque no quería que dijeran cosas de mí. A esto le puedo agregar tantas cosas que llenaría éste blog por varios años.

Cuando pasaba el tiempo y veía que esto de trabajar para una empresa nada más no me llenaba, empecé a buscar otras opciones, principalmente inversiones y negocios tradicionales. El asunto de ganar dinero en Internet se me hacía un fraude y ni siquiera le puse atención.

Viéndolo en retrospectiva, no sé si lo hacía porque en realidad pensaba que era un fraude o solo porque los demás decían que lo era. De hecho, muchos todavía lo dicen, aunque yo ya viva totalmente de Internet y no tenga otros ingresos.

La vida parece tener un especial gusto por la ironía. Los chavos que nos poníamos a fumar a escondidas porque era cool, con el tiempo nos convertimos en los adultos que queremos dejarlo y no nos importa que los demás lo sepan.

Parte de crecer es aprender a dejar que la opinión de los demás no influya en ti. Todavía recuerdo las estupideces (por utilizar un término amable) que cometí presionado por el grupo, los amigos y las mujeres y me da un escalofrío.

Por muchas de ellas debí terminar herido, muerto o en la cárcel, pero nunca pensé en las consecuencias, solo en que los demás me aceptaran.

Hoy en día ya aprendí a superar eso. No voy a decir que no me afecta lo que me digan los demás porque siempre me va a importar, pero su opinión ya no dirige mi vida.

Desde hace años hago lo que hago porque creo que es lo correcto o porque estoy convencido de que me dará lo que estoy buscado. Si los demás piensan que estoy loco, bueno, ya lo piensan de todos modos.

No importa cuántas cosas dejaste de hacer por “el qué dirán”. Las que importan son las que vas a hacer sin que los demás te detengan. ¿O no?

domingo, 22 de abril de 2012

Aferrándote al ancla en tu vida

Hace años, cuando mi hija estaba chica, se aferró a unos zapatos que le compramos. Siempre dijo que eran los más cómodos, los más bonitos y solo se los quitaba para dormir.

Como todo lo que tenía a esa edad, en un par de meses estaban raspados y rayados, además de que su pie ya estaba comenzado a ser demasiado grande para ellos.

Hicimos lo que pudimos para quitárselos “suavemente”, escondiéndolos o comprándole nuevos, pero no tuvimos éxito. Como ya nos daba pena mi hija con su ropa nueva y sus zapatos viejos, un día decidimos ponernos serios, le dijimos que ya estaba bien y que adiós a sus zapatitos.

Como muchos otros niños, en cuanto nos volteamos se fue a buscar en los botes de basura hasta que los encontró y los traía puestos de nuevo. Pero bueno, es normal en los niños aferrarse a algunas cosas hasta que crecen y las dejan.

Aunque esto puede parecer tierno para un papá, lo triste es que hay muchos de nosotros que nos aferramos a cosas que deberíamos dejar. Los niños de pronto ya no traen el oso de peluche que necesitaban para dormir, pero los adultos nos aferramos a ideas, teorías y hasta a sentimientos que solo nos impiden avanzar.

¿Por qué hay niños que le van al América, cuando nunca ha jugado fútbol ni parece interesarles? No sería sorpresa que sus papás sean americanistas de “hueso colorado”. Y todos dicen frases como que “yo le voy al campeón hasta que pierda” o “yo apoyo a mi equipo hasta la muerte”.

Y con eso celebramos el “aferre”. Decimos que mientras más nos aferremos a una cosa, por más que no sirve, más fuerza y compromiso mostramos.

La cosa es que, nos guste o no, a veces hay que aprender a soltar esas cosas y olvidarnos de ellas. Hay que dejar de aferrarnos al ancla y aprender a avanzar. Si no lo hacemos, estamos hundiéndonos para probar… ¿Qué, exactamente? ¿Qué podemos dejar todo por defender un ideal, aunque esté equivocado?

Hay que aprender a soltar las cosas. Así como de niños un día dejamos de temerle a la obscuridad, también hay que aprender a dejar ir las cosas que nos detienen.

Eso o aprender a respirar debajo del agua, cuando el ancla nos hunda…

Busca oportunidades, aprende cómo ganar dinero por Internet