domingo, 22 de abril de 2012

Aferrándote al ancla en tu vida

Hace años, cuando mi hija estaba chica, se aferró a unos zapatos que le compramos. Siempre dijo que eran los más cómodos, los más bonitos y solo se los quitaba para dormir.

Como todo lo que tenía a esa edad, en un par de meses estaban raspados y rayados, además de que su pie ya estaba comenzado a ser demasiado grande para ellos.

Hicimos lo que pudimos para quitárselos “suavemente”, escondiéndolos o comprándole nuevos, pero no tuvimos éxito. Como ya nos daba pena mi hija con su ropa nueva y sus zapatos viejos, un día decidimos ponernos serios, le dijimos que ya estaba bien y que adiós a sus zapatitos.

Como muchos otros niños, en cuanto nos volteamos se fue a buscar en los botes de basura hasta que los encontró y los traía puestos de nuevo. Pero bueno, es normal en los niños aferrarse a algunas cosas hasta que crecen y las dejan.

Aunque esto puede parecer tierno para un papá, lo triste es que hay muchos de nosotros que nos aferramos a cosas que deberíamos dejar. Los niños de pronto ya no traen el oso de peluche que necesitaban para dormir, pero los adultos nos aferramos a ideas, teorías y hasta a sentimientos que solo nos impiden avanzar.

¿Por qué hay niños que le van al América, cuando nunca ha jugado fútbol ni parece interesarles? No sería sorpresa que sus papás sean americanistas de “hueso colorado”. Y todos dicen frases como que “yo le voy al campeón hasta que pierda” o “yo apoyo a mi equipo hasta la muerte”.

Y con eso celebramos el “aferre”. Decimos que mientras más nos aferremos a una cosa, por más que no sirve, más fuerza y compromiso mostramos.

La cosa es que, nos guste o no, a veces hay que aprender a soltar esas cosas y olvidarnos de ellas. Hay que dejar de aferrarnos al ancla y aprender a avanzar. Si no lo hacemos, estamos hundiéndonos para probar… ¿Qué, exactamente? ¿Qué podemos dejar todo por defender un ideal, aunque esté equivocado?

Hay que aprender a soltar las cosas. Así como de niños un día dejamos de temerle a la obscuridad, también hay que aprender a dejar ir las cosas que nos detienen.

Eso o aprender a respirar debajo del agua, cuando el ancla nos hunda…

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