viernes, 8 de julio de 2011

Una natural lección de persistencia

Una pregunta que a veces hacen en las escuelas (a mí me tocó varias veces) es ¿qué animal quisieras ser?

Todo mundo eligió animales fuertes, bonitos, inteligentes o con alguna cualidad en especial. Todos querían ser águilas, tigres, leones, ballenas, etc.

Porque, si vas a ser un animal, ¿por qué no el más grande, fuerte y majestuoso de todos? ¿O el más ágil e inteligente?

En su momento yo también elegí un animal hermoso, pero hoy, con la experiencia que tengo de la vida, elegiría otro. Uno más pequeño, sin chiste y cero inteligencia.

Esto porque estoy en un rancho (una de las ventajas de vivir de Internet) y, después de la lluvia, tengo que matar los miles de mosquitos que se juntaron para banquetearse con nosotros.

Tal vez te preguntes que por qué ahora me dio por echarle porras a un mosquito pero la lección que nos da es simple: la persistencia.

No importa que tanto le manotees, le grites, soples o insultes, el mosquito siempre estará tratando de picarte.

No conoce otra cosa; su función en la vida es buscarte para sacarte la sangre, dejarte una roncha sumamente molesta y tener otros pequeños mosquitos que se encargarán de seguir la tradición de sus padres.

Eso es persistencia. Seguirá y seguirá hasta que muera de hambre o lo aplasten de un manotazo.

Si pudiera aprender de un animal, aprendería del mosquito. Su total obstinación hacia un único objetivo y su indomable determinación son algo que hay que admirar.

Claro que no tiene inteligencia y por eso hace lo que hace pero, ¿no viene a ser la inteligencia un estorbo en éste caso?

Así que más que un delfín, un águila o un tigre, también considera al mosquito.

Tal vez no se vea muy impresionante, pero te aseguro que alcanzará más metas que la mayoría.

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