martes, 28 de agosto de 2012

¿Qué no hablamos el mismo idioma?


Hace unos días estaba hablando con una sobrina a la que le pagué unos cursos. Con estos cursos iba a poder conseguir un mejor trabajo y ganar más dinero. He de decir que lo hice con gusto y lo volvería a hacer; no me quedé muriéndome de hambre por facilitarle ese dinero y creo que mientras mejor trates a la gente, mejor te va en la vida.

Bueno, eso hasta la última conversación que tuvimos. En ella se quejaba de que todo estaba ya muy difícil para cualquiera y que las posibilidades de encontrar un buen trabajo eran cada día más difíciles.

También comentó amargamente que para poder triunfar en este país era necesario tener mucho dinero para tener tu propio negocio o tener “palancas” con políticos o empresarios para que te dieran facilidades.

No puedo reprocharle que piense así; yo mismo he tenido esos pensamientos de cuando en cuando. Sin embargo, también me gusta ver la gran cantidad de personas que salen de la pobreza o suben su nivel de vida gracias a su actitud, trabajo y búsqueda de oportunidades.

De igual manera, me anima saber de algunos que han logrado éxitos fuera de toda expectativa, como llegar a millonarios con todo en contra.

Si ellos pueden, ¿por qué ella no? Así que le dije que no se dejara llevar por esa actitud, que había muchas personas con muchas más desventajas, que habían tenido que superar obstáculos mucho más grandes y algunos habían tenido que trabajar para poder pagarse sus propios estudios.

Si ella no había tenido todos esos problemas, seguramente podría irle mejor.

Después de eso se le retorció la cara por la ira, me dijo que me iba a pagar todo para que no le estuviera “echando en cara lo que le había pagado” y que gracias por decirle que era una tonta.

Lo único que pude pensar es, ¿qué no hablamos el mismo idioma? ¿Dónde una conversación de actitud pasó a un reclamo de dinero y comentarios despectivos?

A veces nuestra visión de las cosas se nubla. A veces dejamos que lo que estamos viviendo o pensando se encargue de todos nuestros pensamientos. A veces encontramos en una palabra la razón para enojarnos o salir corriendo.

Nunca intenté reclamarle lo que le he dado. Lo hice con gusto y lo haría otra vez. De hecho, si quisiera hacerlo lo hubiera hecho mucho antes.

Tampoco creo que sea tonta. Durante todo este tiempo me ha dado gusto ver su gusto por el estudio y las ganas de progresar y se lo digo a ella y a quien quiera escucharme.

¿Por qué me vio de pronto como su enemigo? No sé. Lo que sí sé es que me ha pasado. Hay veces que me dicen algo y lo convierto en un insulto hacia mi persona, mis ideas o mi desempeño, aunque no tenga nada que ver.

Con el tiempo eso puede arreglarse, pero hay que tener cuidado de que estás haciendo algo al respecto. De otra manera, tal vez empieces a dejar de lado a tus amigos, solo porque entendiste algo mal.

Porque para malinterpretar y pensar mal, nos pintamos solos… ¿o no?

Parte de crecer incluye ver todo con otros ojos. No todos te buscan para aprovecharse de ti y no todos hablan a tus espaldas y a veces un comentario no es sarcasmo; es solo un comentario.

Ver la vida con mejores ojos nos ayuda a ser mejores nosotros mismos. Difícil tener una buena actitud cuando crees que todos están en tu contra. ¿No crees?


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