domingo, 19 de agosto de 2012

Todo acaba por aburrir

Los fines de semana trato de descansar del trabajo. Es difícil ver la diferencia cuando trabajas en tu casa, pero la hay.

Al menos un par de días a la semana no pienso en escribir, investigar, contestar correos o ver estadísticas: prefiero pasármela echado viendo la tele, saliendo a corretear a mis perros o haciendo cualquier otra cosa.

Claro que cuando estás casado, hay una que no tiene la misma opinión que tú. Así que, en vez de ver una película vieja de “El Santo” y ver algunas revistas atrasadas, me fui a escarbar unas cajas que esa mujer quería tirar.

Encontré varias cosas, la gran mayoría viejas y sin ningún uso. Algunas ya ni me acordaba por qué las habíamos guardado, hasta que de pronto me encontré con mi teléfono celular Ericsson (sin “Sony”), todavía de leds y con una batería tan grande y pesada que podría descalabrar a cualquiera.

No pude evitar recordar cuando lo compré. En ese tiempo era uno de los teléfonos “chicos” que estaban en mi presupuesto, la batería le duraba un día si no hablabas y traía un cargador para el carro.

Mi hija se rió cuando lo vio y hasta me lo pidió para enseñárselo a sus amigas.

Irónicamente, ese mismo teléfono me emocionó cuando lo compré porque estaba “pequeño y práctico”, mientras que ahora era un tema de risas y burlas porque ya mero pesaba más que la laptop (y eso que no vieron los modelos anteriores a ese).

Es graciosos cómo las cosas pueden cambiar en tan poco tiempo. Lo que un día nos abrió la boca de asombro, poco tiempo después nos mata de aburrimiento.

No hay mucha diferencia de cuando eras niño, estabas ahí jorobando a tus papás hasta que te compraban algún juguete, lo usabas un par de horas y luego lo botabas para ponerte a jugar con otra cosa.

Eso me puso a pensar en las “revoluciones” tecnológicas que he visto pasar. Los LPs, los casetes, los CDs, DVDs, etc., por decir algunas. Cada una llegó con grandes fanfarrias y se fue en silencio. Claro que algunos nostálgicos todavía tenemos un “Discman” y lo escuchamos por los recuerdos, pero todo eso se lo lleva el viento.

Eso me lleva a pensar: ¿Qué tanto estás haciendo ahora que se te hace “un gran cambio”? Por difíciles y pesados que te parezcan los retos que tengas, eventualmente se irán en silencio, dejando tal vez algún recuerdo.

¿El punto de todo este rollo? Creo que sería que no te tomes las cosas tan en serio. Podrán parecer de mucha fanfarria, pero después de irán como tantas cosas se han ido.

En fin… regresaré a terminar de escarbar la caja para ver si todavía puedo ver alguna película que me haga reír o, si me llega la cantidad suficiente de nostalgia, ver caricaturas de las viejas para recordar mi niñez.

No sé tú, pero me siguen gustando más que Bob Esponja…

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