miércoles, 25 de enero de 2012

Tú puedes inspirar el cambio

Aunque algunos no están muy de acuerdo, muchos estudios han demostrado que muchos de nuestros comportamientos (especialmente los peorcitos) son muy parecidos a los chimpancés. De hecho, el comportamiento de estos últimos, que incluye envidia, venganza y guerra, no los hace muy diferentes de lo que hacemos; solo que tenemos herramientas más padres.

Así que, básicamente, somos changos sin pelo. Y, por desgracia, mostramos esa parte de nosotros más veces que menos.

Sin embargo, con el tiempo aprendemos a controlarnos y a vivir en lo que parece una sociedad más o menos estable, quitando los pequeños inconvenientes de todos los días, como el conductor que se pasa un alto, la gente que se cruza la calle sin utilizar los puentes o los que pegan el chicle debajo de la silla.

El problema es que podemos descender al comportamiento del mono en un segundo.

¿No me crees? Ve un partido de cualquier deporte. Asiste a un mitin político. Ve a un concierto. En cualquiera de estos eventos (y muchos otros), los asistentes han mostrado el lado simiesco de la humanidad, armando relajos que nos muestran como somos.

Si todo mundo es así, ¿de qué sirve que yo me porte bien?

Eso lo he pensado muchas veces cuando alguien más tira basura o se hace el loco cuando le dicen que estorba, pero ayer vi un estudio que me dio algo de esperanza.

Resulta que repitieron un experimento en el que una persona, siguiendo las instrucciones de un “doctor”, le daba choques eléctricos a otra persona cuando contestaba una pregunta incorrectamente.

El voltaje iba subiendo y el sujeto seguía dándole toques al otro, aunque gritara de dolor (hay que aclarar aquí que no había nadie recibiendo descargas; solo eran gritos y quejas fingidas).

La gran mayoría siguieron con el experimento aunque el voltaje subiera a niveles peligrosos. Los que dudaban solo necesitaban que el "doctor" les ordenara seguir, pero muchos hasta se reían. Solo unos pocos dijeron que no querían hacer sufrir a un congénere y salieron del lugar.

Sin embargo, hubo una variante interesante: a otros los metieron con un investigador, disfrazado como participante.

Al comenzar con los choques eléctricos, el investigador de pronto se levantaba y decía “Esto está mal, yo no pienso seguir con esto” y se iba  hacia la puerta. En éste caso, la gran mayoría ya no quiso seguir con el experimento.

¿Qué nos dice esto? Que cuando alguien defiende un ideal, la gran mayoría lo sigue. Así que cuando haces algo bueno, a veces sin que te des cuenta, inspiras a alguien a hacerlo también.

Menos mal que tener valores también los esparce, ¿no crees?

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