jueves, 2 de febrero de 2012

Un trabajo de gigantes


Una frase trillada que utilizamos para referirnos a cosas grandiosas es “trabajo de gigantes”. Esta frase fue acuñada hace mucho tiempo, cuando todavía la gente andaba a caballo y la fuerza física era el motor de todo lo que se hacía en la civilización.

Esto lo dijeron más quienes llegaron a América y vieron las grandes ciudades de los Aztecas, Mayas, Incas y otros, que eran, para quienes llegaron en ese tiempo, “trabajo de gigantes”.

Y bueno, era predecible que pensaran eso ya que frente a ellos se alzaban edificios enormes, coloridos y organizados, en una sociedad donde el caballo y el metal no eran conocidos.

¿Quién más podría hacer esas cosas que un gigante?

Sin embargo, la razón de que tan colosales estructuras existan fue porque no se hicieron como un trabajo de gigantes, sino como muchos trabajos de seres humanos normales.

Las pirámides de Giza y otras grandes estructuras se hicieron paso a paso. Si ellos, con tan pocos recursos y tecnología a la mano, pudieron hacer cosas admirables aún para nuestros avances, ¿por qué todo mundo ve sus obstáculos tan grandes?

En las películas de logros y superación se ven muchas personas, con muchos problemas, triunfar a pesar de lo que tienen en contra.

Durante un par de horas te sientas a ver como el protagonista sufre de grandes desafíos y se enfrenta a obstáculos aparentemente insalvables para, en los últimos minutos, lograr el tan ansiado objetivo (puede variar dependiendo de la película) y deje a muchos (muchas, más bien…) con lágrimas en los ojos.

Desde siempre se han hecho este tipo de películas, con actores y con caricaturas, para cine o televisión, libros, novelas, musicales y mil cosas más. Que quieres… es bueno ver que alguien logra algo después de tanto lloriqueo.

Pero pocas muestran lo que normalmente sucede: gente que se da por vencida antes de siquiera hacer el intento.

No que se rindieron ante la adversidad, ni que fueron vencidas por los obstáculos sino gente que ni siquiera movió un dedo, segura de su fracaso.

Son estas las situaciones que deberían hacernos llorar, por el gran potencial desperdiciado y por la gran, gran oportunidad perdida.

Pero buscándole algo bueno al asunto, al menos hay una cosa buena: deja más espacio para quienes realmente pagan el precio del éxito.

Los trabajos de gigantes se hicieron con pequeñas cosas a la vez. Tú también puedes hacer uno. Solo es cuestión de que decidas dar ese primer paso y seguir.

Al menos suda un poco antes de tirar la toalla. ¿No?

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