sábado, 23 de junio de 2012

El Peor Luchador Del Barrio

O, al menos, es el título que él mismo se daba. Llegó de pronto a un gimnasio de lucha libre (un deporte bastante serio aquí en México) y pagó un año completo de entrenamiento.

El instructor le dijo que no se veía muy joven, que estaba pasado de peso y que tal vez quisiera pensarlo un poco; tomar un par de meses de instrucción para ver cómo le iba.

La respuesta fue rápida y corta: “No gracias. ¿Dónde hago el pago?”.

Y así empezó el entrenamiento del autonombrado peor luchador del barrio. Era bueno que siempre trajera algunos billetes en el bolsillo para darle de propina al personal, ya que la primera semana tuvieron bastante trabajo limpiando vómito (causado probablemente por el agotamiento cuando empezaron), dandole masajes (que parecían sesiones de tortura debido a los músculos adoloridos) y hasta por cargar su maleta al automóvil, ya que apenas podía cargar su alma de regreso a casa (y eso que, según, el alma no pesa).

Tal vez no mencioné un pequeño detalle: todavía no había participado en ninguna lucha, ni siquiera de entrenamiento. Esto lo causaba el acondicionamiento físico básico.

Nadie se imaginaba qué sería cuando le tocara su primer “agarre” con alguno de los demás aprendices.

Con el tiempo, el peor luchador pudo llevar el entrenamiento sin problemas y comenzó a aprender a luchar. A pesar de que le echaba ganas, parecía que las llaves y las patadas voladoras no se le daban.

Antes de terminar el año había logrado dos cosas: aprendió las técnicas básicas de lucha que le enseñaron y logró el record como el aprendiz que no ganó una sola lucha, aunque en algunas ocasiones sus oponentes venían desvelados, crudos y hasta enfermos.

El entrenador le dijo que podía mejorar bastante el siguiente año, pero él dijo que su objetivo era aprender a luchar y lo había conseguido. No estaba en sus planes ser un luchador profesional o siquiera ser un buen luchador. Sin embargo, le agradecía todo lo que había hecho para conseguir convertirlo en luchador, aunque hubiera sido el peor estudiante.

Así como hay guitarristas que solo aprender a tocar algunas canciones, para él aprender lucha era una forma de ejercitarse y enfrentar un reto más.

Aunque no lo dijo en ese momento, el entrenador mencionó a los demás, una vez que el peor luchador se había marchado, que esa era la mentalidad del perdedor y que probablemente le iba igual en todos los aspectos de su vida.

En Navidad, llegó un regalo al gimnasio. Eran camisetas rojas de manga larga con el logotipo del gimnasio, unas nuevas cuerdas para el ring (“porque esas están tan viejas que te lastiman más que los luchadores”) y un nuevo teléfono (“porque el que tienes parece que te lo dio Graham Bell como muestra gratis cuando consiguió la patente”).

La tarjeta decía que era un obsequio del peor luchador del barrio y que agradecía todas las atenciones, la camaradería y hasta los golpes. Que si algún día necesitaban algo, que no dudaran en contactarlo y que regresaría en unos meses para “unas luchitas”.

Firmado: “Mr. X”, CEO, seguido por el logotipo de una importante empresa de tecnología. Multimillonaria, cabe mencionar.

Así que resultó que el tipo con la "mentalidad de perdedor" no solamente era el dueño de una importante empresa, sino que, además, era un millonario que sabía luchar. El entrenador se rió y dijo que podría ser malo, pero seguramente estaría pateando los traseros de sus amigos “catrines”.

"Alguien que puede caerse como él y aguantar tantos golpes es un tipo de cuidado", terminó diciendo y le llamó, desde el nuevo teléfono, para agradecer el regalo y decirle que todos aceptaban el reto, aunque la próxima vez llevara dinero.

El que alguien sea malo en algo no significa que es malo en todo. Si te has sentido que apestas y no sirves para nada porque no lograste aprobar un examen o conseguir un trabajo, no te dejes llevar por la mala actitud.

Tal vez te falta mejorar por medio del trabajo y la perseverancia, pero tal vez no estás todavía en donde debes estar. Algo para considerar con una par de cervezas…

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