martes, 5 de junio de 2012

Trucos que te juega tu mente

Hace varios años, cuando todavía era estudiante, llegó un tipo a la universidad para tomar un curso de verano. Como entré en el mismo curso nos conocimos, nos caímos bien y dedicamos el tiempo libre a varias actividades, entre ellas el fútbol.

A diferencia de mí, que no soy muy fan, éste chavo era realmente un apasionado del juego, tanto, que nos inscribió al torneo de verano que se hacía cada año entre los estudiantes.

Yo entré solo para llenar el mínimo necesario (no había muchos jugadores), pero de todos modos me quedaba a las prácticas y jugaba un poco.

Una de las prácticas que hacíamos era que uno se pusiera en la portería y el otro le tirara tiros penales para ver si los podía parar.

Empecé fallando la mayoría y recibiendo puros goles, pero para el fin del verano, ya era algo diferente; no voy a decir que un buen jugador, pero ya no daba tanta pena como antes.

Ayer tropecé con él en el aeropuerto y pasamos una buena hora poniéndonos al día. Durante la plática recordamos la portería y cómo pasé de ser “una coladera” a un pequeño reto y cómo después de fallar mil goles, terminé siendo un tirador bastante peligroso.

Ya en el avión recordé por qué fallaba tanto, ya sea para atajar o disparar: mi mentalidad. Sí, puede parecer aburrido que siempre termine diciendo que tu mente y actitud son las que hacen las cosas, pero pocas veces lo vi más marcado que en éste caso.

La portería que utilizábamos era exactamente la misma para los dos. Aunque él era más grande y corpulento que yo, la diferencia no era mucho, unos 5 centímetros de estatura y los brazos un poco más largos.

Y, aún así, cuando se ponía de portero se veía como un adversario realmente formidable. Era tan alto que su cabeza parecía salir por encima de la portería, y sus brazos tan largos que parecía que podía agarrar cada poste con las manos al mismo tiempo. “Wow”, me dije, “va a ser difícil meterle un gol a éste”… y así era. Yo estaba tan lejos y mis patadas eran tan débiles que parecía que le daba risa detener cada tiro que hacía.

Por otro lado, cuando yo me ponía de portero, parecía que la portería medía 100 metros y era tan alta que no podría alcanzarla ni con escalera. Además, éste tipo estaba tan cerca y tiraba tan fuerte que era imposible detener cualquiera de sus disparos… y así era.

¿Qué pasaba? Si la portería era exactamente la misma en cada cambio que hacíamos, ¿por qué parecía tan grande y pequeña a la vez? Si no te lo has imaginado ya, te lo digo: así la veía en mi mente.

Cuando me tocaba tirar la portería parecía pequeñita y éste tipo enorme porque ese era precisamente el reto: que no pudiera detener la pelota. Cuando yo estaba de portero veía la pelota muy cerca y la portería enorme porque ese era mi reto.

Al final del verano, llegué a ver la portería como realmente era: la misma cuando yo estaba tirando o de portero. No hicimos cambios, no crecí más en ese tiempo ni viajé a otra dimensión: simplemente mi mente aceptó que estaba viendo un truco de perspectiva.

Solo fue necesario un poco de práctica y sacudirme las telarañas mentales para poder las cosas como realmente eran.


¿Ves retos muy grandes o parecen inalcanzables? Si alguien más los puede hacer, es muy probable que tú también. Si las cosas se ven muy difíciles de tu lado y muy fáciles para el otro, lo más seguro es que estés ante un truco de tu mente. No te dejes llevar por él.


La práctica y la perseverancia harán que las cosas terminen por aparecer ante tus ojos como realmente son.

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