domingo, 12 de junio de 2011

Cerámica para cambiar la vida

Martha, casada y con dos hijos, tenía varios problemas económicos, especialmente cuando se trataba de pagar estudios.

Pensando en darle mayores oportunidades a sus hijos (ella solo estudió hasta la secundaria), siempre los tuvo en buenas escuelas que alegremente le pasaban la factura por sus servicios.

Aunque el marido tenía un relativamente buen trabajo, los constantes aumentos en libros, colegiaturas y cursos extra estaban causando estragos en los ingresos de la familia.

Sabiendo algo de pintura en cerámica, decidió poner una escuelita de pintura. La idea era vender cursos, rentar el horno para los estudiantes y venderles material.

Como no tenía dinero para empezar, les dijo a sus familiares que se asociaran con ella. Todos dijeron que no, pero una de sus hermanas le dijo que podía prestarle algo de dinero.

El marido (chapado a la antigua), dijo que ella no tenía porque trabajar ya que el ponía el dinero y que no tenía para que empezaran “negocitos”.

Con lo que le había prestado su hermana y la venta de un par de joyas fue a una exposición de cerámica donde encontró buenos precios para iniciar su negocio.

Con unas pocas piezas de cerámica y algunos materiales, abrió su negocio de cerámica. Al principio sacaba suficiente para reponer el material y un excedente, aunque las largas horas que le tomaba y el poco tiempo que le quedaba para la familia hacía que las ganancias parecieran muy pocas.

Sin embargo, conforme se corrió la voz, la escuela de cerámica era punto de reunión para señoras que querían aprender, hacer algún regalo o simplemente juntarse por las tardes para “ponerse al corriente”.

Un año después los demás familiares empezaron a decirle que “siempre sí le entraban a la sociedad”. Ella les comentó que ya no era necesario, pero que los podía ayudar si querían iniciar un negocio similar.

El marido ahora trabaja para ella, ya que el negocio va viento en popa. Una idea y una pequeña operación se convirtieron en un negocio rentable y hasta la envidia de familiares y amigos.

Historias como ésta hay en todos lados. Y no es de alguien con grandes capitales, mucha suerte o cerebro privilegiado; simplemente alguien con una idea y un gran deseo de superarse.

¿Cuándo empiezas a escribir la tuya?

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