lunes, 13 de julio de 2009

Solo Le Duele Para Quejarse...

Hace tiempo, un orador se aventó un cuento que me dejó una fuerte impresión, ya que es algo tan cierto y sutil que nadie se da cuenta. Esta es una de las lecciones más valiosas que he aprendido en muchos años y, si la entiendes, estarás en el camino de lograr grandes cambios en tu vida. El cuento va más o menos así:

Un señor iba manejando en su automóvil, en una carretera solitaria. A los lados solo se veía desierto y habían pasado varias horas desde que había visto una casa o poblado. A la distancia apareció un letrero de “Gasolina”, junto con una pequeña tienda desvencijada. Más que gasolina, lo que deseaba era estirar los pies y hacer un poco de conversación, así que se detuvo.

En la entrada estaba un anciano sentado en una mecedora, con un perro echado a su lado. El viajero llenó su tanque y, cuando se acercó a pagar, entro en una animada conversación con el anciano. No pudo evitar notar que el perro se quejaba intermitentemente, no con mucho escándalo, pero era imposible ignorarlo.

Después de un rato y movido por la curiosidad, le preguntó porqué se quejaba el perro.
“¿Qué está enfermo?”, preguntó.
“No, es que está echado encima de un clavo”, contesto el anciano.
“Pero… ¿porqué no se mueve?”, preguntó el viajero incrédulo.
“Es que solo le duele para quejarse”, fue la respuesta.

Y es esta una de las lecciones más valiosas que he aprendido, aunque no exactamente en ese momento. El mundo está lleno de gente que está como el perro: echados arriba de un clavo que les causa dolor y los molesta, pero solo provoca quejas.
"Habiendo tantas oportunidades en este mundo, ¿porqué tantos insisten en sentarse arriba de un clavo?"
¿Porqué es tan importante eso? Porque, al igual que al perro, les duele para quejarse, pero no para moverse. Habiendo tantas oportunidades distintas en este mundo, ¿porqué tantos insisten en sentarse arriba de un clavo? Es posible que haya personas que no les quede de otra, pero he conocido mucha gente en mi vida que se la pasa quejándose de su jefe, de la empresa, de cómo no les alcanza, que los explotan, que esto y que aquello… ¡y llevan 15 años trabajando ahí!

Peor aún, he conocido a varios que ha rechazado ofertas de empleo de otros lugares por quedarse en el lugar que aparentemente tanto odian. En una ocasión acepté una de estas ofertas y un compañero de trabajo no lo quiso hacer. Los dos nos quejábamos de lo mismo. Los dos nos sentíamos explotados y mal pagados. Y sin embargo, al presentarse la oportunidad, prefirió seguir ahí… y ahí sigue, varios años después. ¿Me fue mejor? Sí, durante un tiempo, hasta que la empresa empezó a hacer lo mismo que la anterior y me fui. Sin embargo, el tiempo que estuvieron bien gané más dinero, estuve más a gusto y conocí más personas, que me llevaron a otra oportunidad de empleo.

Así que, ¿te quejas de tu situación? ¿te encuentras sentada(o) encima de un clavo? Pues tal vez vaya siendo hora de que muevas tu trasero y lo pongas en otro lado. Quejarse es sano mientras estés pensando en como remediar la situación, pero si no, solamente te estarás llenando de bilis por dentro.

¿Qué estás haciendo TÚ para remediar la situación? Si no estás haciendo nada, mejor cállate. Ahorra saliva y no hagas corajes. Por desgracia, el cuerpo a todo se acostumbra, menos a no comer, así que estarás bien, aunque te pierdas de mil oportunidades de estar mejor.

¿Quieres salir de donde estás? Hay que empezar por moverse. Y eso comienza con una decisión. Deja el club de los quejosos y entra en acción. ¿Te irá mejor? No lo sé, pero quiero pensar que sí. Y si no, siempre podrás moverte… y moverte… y seguirlo haciendo hasta que encuentres tu lugar.

Aunque no lo creas, ese lugar existe y está esperando por ti. Tal vez está más cerca de lo que te imaginas. Claro que puedes quejarte de leer todo este rollo y quedarte donde estás…

Si ya decidiste dejar de quejarte, sigue el enlace e inicia tu negocio por Internet para ganar dinero y salir de donde estás. Siempre es más fácil tener algo adicional.

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