martes, 15 de marzo de 2011

Aprender a dejar ir

He conocido mucha gente en mi vida y cada quién tiene sus cosas buenas y malas, pero hay algunos que tienen una memoria para guardar rencores que hasta podría estar en un concurso.

El más largo ha sido uno que todavía se enoja cuando recuerda cómo su hermano se aprovechaba de él cuando tenía 6 años. Estamos hablando de más de 30 años de rencor.

¿Cómo puede alguien vivir así? Claro que hay cosas que valen la pena recordarse, buenas y malas. Sin embargo, he visto que la mayoría de la gente parece disfrutar haciendo listas de rencores por puras mensadas.

Una vez que no le pagaron la entrada al cine, cuando al novio se le olvidó un cumpleaños, los amigos que no se dieron cuenta de que tenía una nueva camiseta… Y ponen más empeño en recordar esas cosas que en estudiar para un examen.

No cabe duda que los humanos somos seres realmente excepcionales para las cosas inútiles. Aunque guardar rencores no es bueno, a veces realmente causa problemas.

Hay ocasiones en que tener rencor contra algo o alguien realmente te detiene para hacer algo, como quién no pide un préstamo al banco porque el gerente le dio una patada en el trasero cuando tenían 7 años o quien no renta un local muy ventajoso solo porque el dueño estacionó mal su coche en una ocasión.

Aunque no diga que perdones y dejes ir todo lo que te hagan, sí conviene que te preguntes si realmente vale la pena estar con ese rencor. Tal vez te des cuenta de que, en realidad, no es nada.

Todos podemos controlar lo que pensamos y tal vez sea hora de comenzar a controlar lo que tu cabeza guarda. Deja las listas de rencores. Aprende a dejar ir.

A veces las cosas salen mal y a veces te topas con gente mendiga. Esto pasará siempre. Sin embargo, no hay que dejar que te afecte más de lo que realmente vale la pena.

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