domingo, 31 de mayo de 2009

El Empleado Más Difícil: TÚ

Uno de los sueños de la humanidad es la libertad. Por este concepto se han librado guerras, se han matado miles de gentes y se han promulgado miles de reglas, castigos, libros y demás. Al parecer, la libertad, más que el dinero o cualquier otro medio de “soborno”, es uno de los deseos más anhelados por la gente.

¿O no? La realidad es que, tal vez en promedio, es así. Sin embargo, hay mucha gente que no funciona con tanta libertad. Por desgracia, en muchos estudios (y por experiencia propia), consistentemente aparece un gran promedio de personas que, si se les da la libertad completa de hacer las cosas a su modo, lo dejan para después, lo acaban en el último minuto, lo hacen mal o, simplemente, no lo hacen.

Aunque mucha gente se mueve por si sola, hay muchos otros que no lo hacen. Necesitan tener jefes, líderes, capataces o como le quieras llamar. Tú, ¿en donde estás? Cuando quieres ser independiente, no solo hace falta una buena actitud: debes poder controlar al empleado más importante, que eres tú. Tal vez por primera vez serás el jefe que obliga a todos a hacer las cosas, y serás el empleado sumiso que lleva a cabo las órdenes sin preguntar, lo más rápido y mejor posible.

El problema es que el jefe y el empleado son muy cuates. No hay consecuencias. Puedes pasarte meses con una conversación interna:

“Hay que hacer esto…”
“Ahí voy… deja que se acabe la novela”
“Ok, pero en cuanto se acabe lo haces…”
“Claro, claro…”

Lo malo es que después llega otra cosa y el jefe (tú) le da chance al empleado (también tú) de que se tome su tiempo. Muchos se preguntan porqué tanta gente fracasa en su búsqueda de la independencia, aunque su actitud parezca ser la correcta.

Aunque cada quién tiene sus circunstancias, es muy probable que sea porque el jefe y el empleado no se dan su lugar. Es inevitable que, cuando quieres ganar dinero extra o tener tu propio negocio, vas a tener que domar al empleado interno. A todo mundo le gusta dar órdenes; posiblemente venga desde nuestro origen, cuando el macho dominante tenía el sartén por el mando. Independientemente de la razón, siempre vas a querer dar las órdenes en vez de hacer las cosas. Es normal. Sin embargo, antes de que puedas llegar a eso, debes aprender a obedecerte.

No esperes que te salga a la primera. Quién ha sido independiente desde hace un tiempo ya tiene práctica y sabe como manejarse; si apenas vas empezando, va a ser muy raro que tú lo tengas. Es necesario que, lo más pronto posible, aprendas a dominar a tu mejor y más valioso recurso: tú.

A fin de cuentas, si tu propio empleado se pone en huelga, tu destino será el fracaso, sin importar tu actitud o tu suerte.

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